Voy a limitarme a unas cuantas observaciones y a tomar el compromiso de continuar trabajando, durante los próximos meses, sobre la relación entre el presente, el futuro y la memoria. Este seminario ha sido verdaderamente una ocasión para rendir homenaje a un momento importante de la vida de la CGIL y de reinterpretación de una fase dramática de la vida europea. Agradezco a todos los que han aceptado nuestra invitación para intervenir y, en particular, a quienes vivieron directamente la tragedia de aquellos días; y recordándola hoy nos han traído incluso la dramática frescura de aquellos acontecimientos. Cuando se vive una historia como protagonistas o cercano a ellos, se tiene una fuerza que ningún estudioso, ningún hombre político, ningún dirigente sindical, está en condiciones de proponer.
Creo que hemos hecho bien al titular nuestro seminario “Giuseppe Di Vittorio y los hechos de Hungría”: de esa manera es también un homenaje a Giuseppe Di Vittorio. He tenido la ocasión de decirlo en el Centenario de la CGIL en Milán, hablando de su testimonio en octubre de 1956, y de subrayar que ese testimonio constituye, en mi opinión, lo más fundamental de Di Vittorio. No se trata de un homenaje abstracto a la grandeza de un dirigente, sino de algo más y de algo diferente. El nuestro es el reconocimiento de que la CGIL de hoy es como es, también y sobre todo gracias a aquel planteamiento. Recordando la decisión que tomó Di Vittorio, estamos hablando de hoy, de nuestro presente, de lo que somos. Y de que es gracias a aquella posición que la CGIL, en el curso de los decenios que siguieron se ha construido tal como la conoce el país.
Volviendo a pensar en las cosas que han dicho nuestros invitados, no es por casualidad que se mantiene el hilo ininterrumpido de Di Vittorio, reconstructor de la CGIL. Ya con la Asamblea Constituyente empieza a marcar el trazado de los valores, de las referencias incluso constitucionales que estarán en los cimientos de la CGIL unitaria y, posteriormente, en la de hoy.
Del mismo modo, en la idea del Piano del lavoro se encuentra lo que después ha sido: una gran organización de trabajadores con la capacidad de pensar en un gran e importante proyecto para el país. Cuando nosotros, en el XV Congreso, el último, lanzamos hace poco la consigna de “reproyectar el país”, no hicimos nada nuevo, porque esa indicación es en el fondo la traducción actual de la idea de Di Vittorio. Que ha continuado siendo válida.
No hay duda de que, en sólo dos años y medio (de 1955 a 1957, que son los últimos de Di Vittorio) se ponen los fundamentos de las opciones esenciales de la CGIL: la autocrítica sobre la Fiat y el significado del giro para volver a estar de nuevo junto a los trabajadores; a no limitarse a buscar las responsabilidades de los otros; y a preguntarnos por nuestras propias responsabilidades.
Días pasados dije una frase simple y obvia: debemos hacer todavía algo más contra el esclavismo que sigue en el Sur del país y en otras zonas. Pues bien, los compañeros de Foggia me llamaron y, un poco resentidos, me dijeron: “Pero, ¿por qué nos dices esas cosas a nosotros que somos los únicos que estamos haciendo oposición y dando la pelea contra esos fenómenos criminales? Precisamente para intimidarnos nos han quemado la sede del sindicato de Cerignola?.” Yo les respondí exactamente igual que lo hizo Di Vittorio cuando lo de Fiat: “Tenéis razón. La responsabilidad es de los otros. Pero si hay cosas que debemos y podemos hacer mejor, tenemos el deber de preguntarnos autocríticamente y dar las respuestas necesarias”. Así pues, hoy exactamente como dijo Di Vittorio en 1955: “sí, la culpa será de la Fiat, de los patronos, de la CSIL y la UIL, de todas las fuerzas que van contra nosotros; pero a pesar de ello, puede haber algo que sea de nuestra responsabilidad y debemos interrogarnos también sobre lo que se refiere a nosotros, a nuestras decisiones”.
Tengo poco que añadir sobre Hungría y la posición de Di Vittorio después de todo lo que se ha dicho. Escuchando la intervención de Luciana Castellina, cuanto más recordaba ella la complejidad de aquella fase histórica y el contexto político de entonces, la dureza de aquellos tiempos, la radicalidad de la pertenencia, el mito de la Unión Soviética, tanto más me entraban ganas de decir: “Qué grande fue ese hombre”. Porque en aquellas condiciones tan difíciles, nacionales e internacionales, tanto en relación con el cuadro general como a la situación específica, con toda la complejidad que hemos recordado... en cuestión de veinticuatro horas, rodeados de socialistas, toma una posición, la asume y la sostiene. Lo que da verdaderamente la dimensión del tipo de dirigente que fue, de su extraordinaria fuerza y de su coherencia. Y la de 1958 sobre Europa, tal como ha recordado Piero Boni.
Bueno, estas no son opciones de poco peso o de relieve contingente. No lo son porque de allí surge de nuevo toda nuestra perspectiva: por ejemplo, arranca la relación entre libertad, democracia y condiciones de los trabajadores. También nace la opción sobre Europa que, aunque con algunos años de retraso, nos convertirá en uno de los mayores y autorizados sindicatos europeos. No seríamos lo que somos si hubiéramos hecho otra cosa. De ahí que se recuerde con frecuencia la diferencia entre la CGIL y otras experiencias. Y se cita, como ejemplo negativo, la CGT francesa que siempre llega la última, a pesar de haber sido un sindicato de una historia extraordinaria y, todavía hoy, de extraordinaria importancia. Pero si nuestra historia es distinta de aquella es también porque hombres como Di Vittorio nos hacen ser diferentes.
Naturalmente, con relación a ello, reafirmamos que todo esto ha sido posible porque siempre hemos mantenido una idea de confederalidad, ligada a la solidaridad y a la subjetividad política que la Cgil ha manifestado y defendido. Con esto no quiero decir que la CGIL haya colocado en todas las situaciones sus propias soluciones, pero no hay duda que siempre ha peleado para sostenerlas como fuerza social de representación de los intereses del trabajo.
¿Por qué es particularmente importante esta toma de posición, relacionada con los hechos de 1956 y la tragedia de Hungría? Lo es porque allí se mide por entero la concepción que la CGIL tuvo sobre el valor de la libertad y la democracia, tanto más cuando este valor se expresaba a través de una reivindicación de democracia y libertad de la clase obrera y los trabajadores, como fue lo de Hungría en 1956.
Hace dos días estaba en Génova para recordar la huelga general del año 1900. Como conclusión de aquella huelga y para festejar la victoria los trabajadores se reunieron en el teatro municipal. Quien pronunció el discurso dijo: “En el fondo os habéis batido por la libertad, porque la libertad es el pan, y vuestro pan es la libertad”. Exacto. Efectivamente en estas palabras está la idea de la relación existente entre el valor de la democracia, el de la libertad y el de la condición de los explotados, de los subordinados, de los últimos y en las diversas iniciativas que ellos saben asumir para defenderlos.
No hay duda: la reflexión de hoy nos lleva también a la relación entre este valor de la democracia y la libertad y el mundo con el cual la CGIL ha preservado dentro de sí y para sí: el valor de la libertad del debate interno como salvaguarda de la riqueza de su propio pluralismo. Un valor que está codificado de muchas formas en la constitución de la CGIL unitaria y que, acabada la experiencia unitaria, se reencuentra a través del tiempo en la organización del debate interno en la confederación mediante las corrientes políticas. No hay duda que esto ha influido positiva y profundamente en la historia de la CGIL ya que sus corrientes políticas –que se orientaban en planteamientos frecuentemente distintos-- han sido un valor “in se”, porque empujaban a unos (fuera cual fuese su opinión) a tener en cuenta la opinión de los otros. Cuando se tenía razón o, en caso contrario, se sabía que –con respecto a ello-- dentro de la organización había otro punto de vista e, incluso, se sabía que existía otra opinión que no coincidía con las otras corrientes.
En los hechos de 1956 se observa como esta influencia actuó positivamente, así como se ve todavía en los primeros años de los Sesenta con relación a las cuestiones de la programación, el primer gobierno del centro-izquierda y, posteriormente, sobre el Estatuto de los trabajadores en 1970. Todos ellos momentos de gran importancia. En todos ellos esta dialéctica de la confederación, su pluralismo interno, representó un gran factor de dinamismo. Yo creo, de verdad, que aquí está una de las claves esenciales que explican la CGIL de hoy y el trayecto que hemos sabido recorrer. Una organización que no hubiese tenido nuestra historia ¿habría soportado la división de San Valentino de la misma manera que nosotros fuimos capaces de hacerlo, manteniendo nuestra unidad? ¿o, por el contrario, la habría arruinado?
Y ¿cómo –a pesar de tantas heridas, composiciones y descomposiciones de la izquierda política italiana, respecto a todos estos episodios, frecuentemente duros-- la CGIL siempre ha permanecido como un recinto abierto donde dialogan, discuten y se encuentran las posiciones políticas más diferenciadas, incluidas la que se está ampliando enormemente, esto es, las compañeras y compañeros que ya no tienen ningún carné de partido, como ya pasa incluso en el grupo dirigente? ¿Y cómo habría sido esto posible si no tuviésemos a las espaldas aquella educación de respeto a los demás? ¿Habríamos podido llegar en 1991 a la superación de las corrientes de partido, a la idea de una Cgil basada en su programa, su pertenencia ligada a reglas de democracia interna parea salvaguardar la eficacia de la acción una vez tomadas las decisiones?
Eso es lo que hay que hacer en un sindicato: garantizar el respeto y la valoración de quien tiene otras opiniones. Con relación a ello, no son muchos los sindicatos en Europa que tienen una modalidad tan democrática de discusión en su interior. Porque prevalece otra lógica: quien tiene el 51 por ciento decide por todos de manera permanente. También, respecto a ello, una discusión como la nuestra nos permite verdaderamente reorientar un camino testarudamente recorrido y su clara fisonomía no menos testarudamente querida y reafirmada.
Todo esto lo digo para subrayar que, cuando hablamos de estas fases, de estos procesos, de estas personalidades y de esta historia, estamos realmente hablando de nosotros mismos. De lo que somos hoy, y de como esta historia nos debe ayudar a encarar los problemas y responsabilidades que tenemos ante nosotros. Todo esto ha sido nuestro seminario “Giuseppe di Vittorio e i fatti, la tragedia de Ungria”. Y así queda esta página extraordinaria.
Y, al igual que lo dicho me confirma la grandeza del hombre, de Giuseppe Di Vittorio y de aquella clase dirigente de la CGIL de entonces, yo pienso, de verdad –y en esto hago mías las palabras de Piero Fassino-- que debemos inclinarnos ante la grandeza de la clase obrera húngara que, en aquella situación tan difícil y dramática, partiendo de sus propias experiencias, supo expresar una exigencia de liberación tan potente y grande. Tanto más grande porque la escena internacional era de gran complejidad, como por otra parte lo es hoy con respecto a las cosas que llamamos globalización, guerra, guerra preventiva.
También por lo que se refiere a nuestros días, aquella enseñanza nos dice que frecuentemente –en las condiciones más difíciles—estos movimientos, estas rupturas, estas exigencias insuprimibles de libertad y liberación pueden cambiar o condicionar el curso de la historia. E, por esto, en el fondo es exactamente el motivo por el que creo que un gran sindicato, como lo es la CGIL, debe estar siempre a la altura de su historia.