Thursday, April 05, 2007

6. PIERO BONI SOBRE DI VITTORIO

También en esta ocasión confirmo que Di Vittorio no formuló observaciones al contenido del comunicado sobre los hechos de Hungría, que le presentamos los socialistas Lizzadri, secretario confederal y el vicesecretario Brodolini (redactor del texto) y quien os habla.

El detalle, históricamente significativo, me ha venido a la mente, siguiendo el debate porque me parece relevante que hasta ahora no se ha subrayado suficientemente lo que, en mi opinión, puede aparecer como una contradicción histórica entre la importancia y el valor del documento y los intentos que hubo para impugnar su validez.

Como ya se ha puesto de manifiesto, la formulación del documento no fue ciertamente ocasional. Se estaba desarrollando la discusión sobre las valoraciones del XX Congreso del PCUS y ya se había publicado la entrevista cauta y defensiva de Togliatti en la revista “Nuovi Argomenti”. El socialista Pietro Nenni y sus ensayos sobre “Luci ed ombre del congreso di Mosca” iba más allá de la tesis de que se trataba de errores superables, poniendo el interrogante de si las desviaciones no afectaban al. Y, finalmente, en julio pasaron los acontecimientos de Polonia, los “hechos de Poznan” y los comentarios, relativamente críticos de Di Vittorio y Santi.

Los acontecimientos húngaros se situaban, por lo tanto, en un momento ya predispuesto a unas valoraciones indispensables, incluso desde el sindicalismo, especialmente desde una organización con la fuerza y la tradición de la CGIL.

A mi juicio, lo que determinó la ruptura vertical con el PCI fue la valoración del comunicado confederal, según el cual –con mayor claridad que los ensayos de Nenni-- se sostenía la tesis sobre la imposibilidad de construir el socialismo con las bayonetas de un ejército extranjero. De ahí que las desviaciones no fueran errores remediables sino graves degeneraciones que ponían en entredicho el sistema. Fue esta valoración la que hizo estallar, creo, la violenta reacción de Togliatti y de todo el partido.

De hecho, ante una perspectiva de este género faltaba toda certeza y confianza en el futuro porque resultaban fundadas las dudas sobre la legitimidad institucional misma de aquella sociedad y las reales posibilidades de un posterior desarrollo en un progreso ordenado. Como ya se ha observado, con los hechos de Hungría se inicia el declive soviético. Esto fue, a mi entender, la verdadera característica del encontronazo entre la CGIL y el PCI. Así las cosas, el gran valor de la acción de Di Vittorio fue no aflojar y resistir el ataque o ceder lo menos posible. Di Vittorio personalmente no tuvo ninguna incerteza. Estaba tranquilo. Lo veía casi sereno en aquellos días. El problema era si la CGIL estaba en condiciones de aguantar la reacción del partido y contener en su interior las perplejidades de sus cuadros que, como ya se ha mencionado, sentían y sufrían las presiones del partido.

Esto no pasaba con los socialistas que, siendo minoría, no podían prevalecer sobre las mayorías locales comunistas. Baste recordar que en Milán no se aprobó la moción de Di Vittorio sino una de compromiso. Que en Bologna se votó contra Di Vittorio, y quedó incluso en minoría en su Cerignola. Así pues, la mayoría de los cuadros no era favorable a la posición de la CGIL y esto pasaba tanto por la presión del partido como por una reacción natural muy generalizada en aquella época. La base de entonces de la CGIL y muy especialmente sus dirigentes eran cuadros de la Resistencia, gentes que habían mirado a la Unión Soviética en momentos difíciles. Eran partisanos que habrían muerto gritando “Viva Stalin”. Así pues, no podían recibir un golpe de esta naturaleza y escuchar: “Tened cuidado que esta perspectiva, esta fe en el futuro está cayendo. Debemos caminar solos con nuestras propias fuerzas, con una autoridad y capacidad”. Naturalmente no fue fácil; no fue fácil en los primeros tiempos.

Y no es verdad que Di Vittorio se hiciera una autocrítica pública. En su discurso de Livorno intentó atenuar la posición de la CGIL, pero permaneció firme a su posición; y seis meses más tarde consiguió que la CGIL hiciera otro planteamiento. Que, en mi opinión, por su desarrollo y consecuencias fue igualmente tan importante y significativa como la de Hungría. Fue la decisión del 17 de junio de 1958 cuando, en desacuerdo otra vez con la dirección del partido comunista, la CGIL toma el acuerdo de no obstaculizar y aprobar la postura del gobierno italiano de la adhesión al Mercado Común Europeo.

De esta manera, más tarde, estuvimos en condiciones –en el plano europeo-- de desarrollar una acción de cierta eficacia incluso si la resistencia a la aplicación de los hechos de Hungría permaneció en nuestro interior. De hecho, también en el 56 inicia el giro con relación a la Federación Sindical Mundial que concluirá en 1974, catorce años más tarde. Ni siquiera Novella consiguió imponer la salida de la FSM. Lo que indica las dificultades que teníamos para actuar sobre estos asuntos. Pero el camino estaba ya señalado y se avanzó en aquella dirección, aunque no fuera con las cadencias que reclamaban los tiempos.

Concluyendo: tan sólo quiero reafirmar que Di Vittorio se vengó elegantemente de aquellos ataques que sufrió en esos meses. También yo lo quiero recordar porque se me quedó grabado y fue un gran discurso el que hizo en el congreso del partido sobre la autonomía del sindicato y la concepción de un sindicato autónomo, democrático e independiente. Habló con una energía, con un esfuerzo como nunca le había visto. Y creo que esta línea, esta perspectiva sindical –del que el 56 fue un importante y significativo episodio—son los fundamentos sobre los que ha avanzado la Cgil: con éxitos y también derrotas hasta este Centenario.